El odio es un
cóctel molotov que ha rebrotado en María de una manera peligrosa. Nacho y Luz
dan la última calada al cigarrillo y vuelven a entran al bar cogidos de la
mano.
— Miradla
–dice María al final-. Ahora está con éste, la muy zorra.
Nadie de los
cinco sabe que éste es Nacho porque no lo conocen y supongo que no entienden
porque mi mirada, lejos del odio que siente María, se ha convertido en sombría.
— ¿Vamos
a otro bar? ¿Vamos a otro barrio? –dice Jesús-.
— Si
queréis podemos ir a mi casa, tengo un futbolín –ofrece Toni-.
No nos parece
mal la idea, subimos a los coches, María se ha sentado a mi lado y durante el
trayecto me pone al día ya que, como me salté bastantes sesiones de terapia por
culpa de mi recaída, no sabía hasta que punto su hermana, convertida ahora en
Luz, le había podido hacer tanto daño como me cuenta:
— Se
acostó con mi novio –dice una María que tiembla de los nervios incontrolables
que siente-. Diez días antes de la boda, en mi piso, en mi cama. Y yo, tonta de
mí, que había ido al piso para poner la colcha que nos habían regalado me los
encuentro desnudos, follando. Tuve ganas de matarlos a los dos y si no lo he
hecho todavía no sé por qué. Y lo que más me sabe mal es que ella lo hizo parar
joderme a mí, no es que estuviera enamorada de mi novio ni nada de eso, ¡qué
va! Lo hizo porque Luz nunca quiere que a los demás las cosas nos vayan bien.
Cuando yo ya había salido de mis traumas adolescentes, cuando ya me había
rehabilitado incluso de la bebida, cuando tenía un futuro que iniciar, debió
pensar, no es bueno que a María le vayan las cosas tan bien si siempre ha sido
la gorda y la fea de la familia, vamos a quitarle el novio porque le debió dar
morbo, vete a saber lo que pasa por su cabecita. Y ahora está con este chico,
pero no durarán, ya te lo digo yo, Luz es una caprichosa, le gusta ser el
centro de atención, captar las miradas de todos. Y claro, como era yo la que me
casaba, había dejado de serlo y eso no le debió gustar. Pues mira, te diré que
se joda, pues no ha conseguido que me vuelva a arrastrar en la bebida, aunque
la boda se haya anulado, no he probado ni una gota de alcohol. Ella sí que bebe
y no es consciente que su mundo se está
tambaleando y que acabará mal sino lo deja.
Giro la cabeza y
veo como el coche de Ana nos está siguiendo. Toni no dice nada, conduce silenciosamente
y al fin aparca el coche en la calle. Me he quedado con ganas de contarle a
María que este chico era mi Nacho. Me siento próxima a ella porque sé lo que sé
siente cuando tienes que anular una boda en contra de tu voluntad, cuando todo
se quiebra a tu alrededor y cuando la bebida en mayúsculas te llama por tu
nombre para que la consumas. Admiro que María haya hecho caso omiso a esta
llamada, no como yo que a la más mínima, en el desierto seco de mis vivencias,
volví a refugiarme en el oasis del alcohol.
Entramos a la
casa de Toni y vamos a la planta baja porque allí se encuentra el futbolín. Él
se encarga de servirnos unos zumos y nos turnamos para empezar la primera
partida. Empiezo yo con Luis, María y
Jesús en el otro equipo. Hace tiempo que no juego y he perdido algo de práctica
que supongo que los demás notan. María mueve las muñecas con fuerza y mucha
habilidad y acaba marcando prácticamente todos los goles en mi portería. Cuando
terminamos, es mi turno y el de María descansar y los demás empiezan otra
partida. Nos sentamos en el sofá y creo que ha llegado el momento para decirle:
— María,
el chico con el que estaba Luz es Nacho, mi ex.
— Joder,
tía, ¿en serio? Al lado de mi hermana acabará mal, ya te digo… Todo lo que toca
lo acaba destrozando.
— Creo
que ya llevan algún tiempo juntos…
— Bahh…
Eso es porque ella le está sacando algo, drogas, dinero o lo que sea. Tú ex
debe ser un pelele, te lo digo de verdad. No me mires así, ¿no vas a pensar que
ella se ha enamorado de él? Luz no sabe lo que es eso, sólo utiliza a las
personas en beneficio propio. Si él se ha enamorado va a sufrir.
Con las
palabras de María siento pena en un primer momento por Nacho aunque resulte
difícil de comprender. Al cabo de un rato, jugando de nuevo en el futbolín con
Toni y, Rebe y Luis en el equipo contrario, pienso que si María tiene razón, Nacho
lo tiene más que merecido y una sonrisa maliciosa surge de mí. Me estoy riendo
por dentro y por fuera, no necesito vengarme por todo el daño que me ha hecho
sino que a todo cerdo le llega su San
Martín. Empiezo a marcar goles moviendo al ritmo de la música del CD que ha
puesto Toni y esta partida la acabo ganando yo. Volvemos a cambiar, esta vez
descanso junto con Luís que mientras se sienta en el sofá me dice:
— No
sé por qué será que jugando juntos siempre perdemos y cuando vas con el equipo
contrario me acabas ganando.
Y ríe mientras
me lo dice, una sonrisa enigmática que le marca pequeños hoyuelos en su cara
tan cerca de su boca… Lo que me atrae de Luis en este momento es que sé muy
poquito de él, no es un libro abierto como podría ser Toni, es más reservado,
mucho más callado y nunca sabes lo que está pensando en realidad.
— Pues
atrévete a ganarme –le reto-.
No sé cómo ha
pasado, pero un beso rápido y fugaz se ha estampado contra mi boca que me deja
sin palabras.
— ¿Así?
–me pregunta-.
Pero no le
puedo contestar, bajo la mirada porque me cuesta aguantarla perdiéndome en la
inmensidad de sus ojos castaños porque el miedo a un nuevo fracaso me impide
moverme y devolverle el beso. Luis se levanta del sofá y se retira hacia otro
lado de la habitación y yo me quedo sola, reflexionando sobre lo que acaba de
ocurrir y mirando el cuadro que hay colgado en la pared. Un paisaje claro con
manchas delicadas y su perspectiva tan bien lograda me transporta al color
verde de una esperanza que todavía me queda por palpar. Los demás ya han
acabado la partida pero tanto Luis como yo les decimos que no queremos
continuar y nos quedamos donde estamos. Luis está de espaldas a mí, puedo ver
su atlético cuerpo y mi mirada se va irremediablemente a su culo, tan bien
puesto que me llena de un sentimiento que hace mucho tiempo que no sentía. La
excitación es como un cóctel de licores y frutas jugosas que te endulzan y te
empapan en donde sólo hay cabida para el deseo. ¿Elisa, te vas a quedar así perdiéndote
las oportunidades que te presenta la vida? Me riño. No, no puedes quedarte en
esta vida sin disfrutarla. Me levanto del sofá, voy directa a Luís y le
susurro:
— Me
ha gustado…
Luis se gira,
puedo ver la alegría de sus ojos que siempre recordaré por haber estado sobria.
Me coge las manos, las besa y me acaricia con sus palabras:
— Elisa,
hoy y todos los días que te veo estás preciosa. Este corte te queda fenomenal,
no me he podido resistir al poder que tiene tu boca. Sí, quiero ganarte pero no en una partida de
futbolín, quiero ganarte de otra manera. Si quieres mañana vengo a buscarte y
vamos a tomar un café, los dos, solos, ¿qué me dices?
Esta dulce
proposición me ha agradado todavía más que el beso. Lo miro fijamente y le
respondo:
— Sí,
Luís. ¿A qué hora?
Quedamos para
el día siguiente, sábado, en una terraza cerca del piso de Sandra. Ya se ha
hecho bastante tarde y toca irnos de la casa de Toni. Nos despedimos todos,
subo al coche de Toni que me llevará a casa y le digo adiós a Luis que se va
con el coche de Ana. Jesús y María también vienen conmigo. María que ya se ha
relajado bastante acaba confesando que se lo ha acabado pasando muy bien esta
noche aunque:
— No
tan bien como tú, Elisa –y me guiña el ojo izquierdo-.
Continuará…
Es muy hermoso escuchar tu cadenciosa y tierna voz dando vida a tus palabras , a tu relato transido de una emotividad especial , la emotividad de quien conoce los entresijos del alma.Un cálido abrazo.
ResponderEliminar