Mi primera novela online
El mundo se ha convertido en un
pañuelo que me aprieta alrededor del cuello. Mis alumnos se pensarán que soy
tonta o muda pues no he pronunciado palabra desde que Luz ha entrado en el
aula. No puedo dejar de observarla porque, aunque intento desviar mi mirada,
mis ojos acaban fijándose en ella inevitablemente. Está mucho más morena que él
último y único día en que la vi, el sol o los rayos UVA, vete a saber, se han
encargado de tostarla a conciencia. Me imagino que irá a alguna playa nudista
pues no se le notan las líneas antiestéticas del bikini, un cuerpo dorado, sin
celulitis, moldeado a fuerza de horas de gimnasio, unos pechos grandes y firmes
que sobresalen y que seguramente no cabrían dentro de una copa de vino, con el
pubis perfectamente recortado y su vello una delgada línea dorada brasileña. En
resumen, un cuerpo que debe volver loco
a Nacho sin remedio. Luz respira lentamente, quieta, posando profesionalmente
como una estatua griega y yo pienso que por qué los alumnos no pintan un
bodegón y tienen que entretenerse con su cuerpo. Pero claro, no puedo rechistar
porque la asignatura que imparto va sobre el cuerpo humano y no puedo cambiar
el temario. Me paseo por la clase, mirando los lienzos de mis alumnos y veo
tantas captaciones de Luz que me mareo como si estuviera haciendo girar un
caleidoscopio y ella, altiva, se multiplicara ante mis ojos. Miro el reloj y
veo que todavía queda media hora para terminar, los minutos cerca de Luz pasan
muy lentos y sólo tengo ganas de que todo acabe. Me imagino a Nacho
recorriéndole su cuerpo desnudo con la lengua y me entra rabia que me sube como
la espuma de la cerveza, y me entran ganas de aporrear la mesa con mis nudillos
que ya están libres del anillo de compromiso que él me regaló cuando las cosas
parecían ir viento en popa. Cuando Nacho sólo tenía ojos para mí, cuando Luz no
existía en nuestras vidas, cuando yo era feliz viviendo la vida y tejiendo un
futuro en común. Un futuro que se consumió sin más como toda la bebida que me
llegué a beber, deslizándose por mi garganta y quemándome por dentro. Al final
el timbre suena indicando el final de la clase, Luz se viste de prisa, un
vestido de color de oro como su denso cabello que le cae por los hombros. Agita
la cabeza, se peina el pelo con los dedos, me dice adiós y un hasta mañana con
su voz melosa y desaparece por la puerta. Termino de ayudar a mis alumnos a
recoger las pinturas, un deseo ardiente de sostener una bebida fría entre mis
dedos aparece en mi mente. Es tan difícil apartarlo que decido coger el autobús
para ir a la terapia, hoy no es martes y no hay reunión, pero la psicóloga
seguro que está. Necesito de su ayuda, que este jodido deseo desaparezca, que
se evapore con la misma fuerza que me ha venido.
Bajo del bus y ando unos metros
hasta el edificio verde pastel, subo por las escaleras hasta el segundo piso y
allí me encuentro con Toni que está hablando con la administrativa.
— No,
Ana hoy no está, le ha salido un imprevisto –oigo que le dice-.
La piel se me pone de gallina al
oírlo y el firme deseo, que sigue ahí, está cogiéndome de los pies y
dirigiéndolos hacia el bar más cercano. Me doy media vuelta para irme pero la voz fuerte de Toni me
llama:
— ¡Elisa!
¿Has venido a ver a Ana? No está pero si quieres podemos ir a tomar un café
aquí en la esquina.
Sé que no debo entrar en un bar
pues si entro estoy perdida y Toni me lo debe notar en mi mirada pues cambia de
idea.
— O
si lo prefieres, podemos ir a mi casa, vivo aquí cerca.
— Vale,
Toni, mejor en tu casa.
Me acomodo en el sofá de Toni y
él prepara un par de cafés expresos. Vive en una casa adosada bastante grande,
con tres pisos que no ha tardado en enseñarme. La casa está muy bien ordenada,
limpia y decorada con buen gusto.
— Mi
mujer y yo la compramos pensando en tener hijos –me dice con sus ojos
brillantes-. Pero en un breve instante, todo cambió. He pensado en venderla e
irme a algún apartamento más pequeño, pero no es un buen momento. No quiero
malvenderla.
Me fijo en su mirada castaña,
castigada por el sufrimiento de los últimos meses. Debajo de sus ojos tiene
unas pequeñas bolsas tintadas del color de la berenjena, porque Toni, hace
tiempo que no duerme bien. Lo sé porque lo ha dicho repetidas veces en la
terapia y no quiere tomar pastillas pues ya tiene bastante con estar enganchado
a la bebida.
— Toni,
esta tarde me has salvado de hacer un mal pensamiento –le digo-. Si no llega a
ser por ti, ahora estaría bebiendo en cualquier bar. He tenido un mal día.
Y se lo explico porque hay
confianza y en terapia hemos trazado unos fuertes vínculos en donde nos
comprendemos. Él me escucha con atención, sentado a mi lado y sorbiendo poco a
poco el café.
— Elisa,
has tenido mala suerte pero tienes que sacar algo positivo de todo esto. Tienes
trabajo aunque tengas que verte con Luz. Ya sé que es doloroso pero no te
machaques, ¿me entiendes? Hace unos días estabas mal porque pensabas que nunca
volverías a trabajar, y mírate ahora, si das lo mejor de ti puede que cuando se
acabe la suplencia te ofrezcan alguna otra cosa.
— Sí,
tienes razón, pero vaya primer día que he tenido, ¿no? La última persona que
quería ver y la he tenido que aguantar durante toda la clase. Y mañana volveré
a verla, hasta que los alumnos terminen los cuadros.
— Pues
que se den prisa –y me sonríe y me guiña el ojo izquierdo-. Elisa, esta chica,
Luz, es una modelo temporal, tú eres la que diriges la clase. Cuando acaben el
cuadro vendrá otra pintura con otro modelo. Esta vez, te recomiendo que lo
elijas masculino y de esta manera te alegras la vista tú.
Toni me hace
reír con su ocurrencia, porque bien pensado, no está nada mal la idea. Es más,
me agrada, Luz como mucho estará esta semana, luego cambiaremos de modelo. El
rato que he pasado con Toni me ha pasado muy deprisa, ya es hora de cenar y me
despido de él hasta mañana que tenemos sesión de terapia. A su lado, el deseo
de beber se ha disipado un poquito y me voy hacia mi casa mucho más tranquila y
relajada.
Sandra,
absorta en su ordenador, no se ha dado cuenta que llego más tarde que de
costumbre. Esto es buena señal porque no la he preocupado. Me saluda moviendo
la cabeza y sigue diseñando el boceto de una página web. De la cena me encargo
yo, no quiero molestarla ahora que está creando, seguro que cuando me pregunte
cómo me ha ido el día, Luz volverá a aparecer en mi memoria irremediablemente.
Pero mientras tanto, remuevo la vichyssoise y la rectifico de sal, ella está
aparcada en un rincón de mi pensamiento. Jaime pone la mesa en el comedor
porque ha empezado a refrescar, septiembre se empieza a despedir y el otoño
poco a poco empieza a despuntar días más frescos, inestables y sombríos.
Continuará…
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